Todo efecto tiene una causa. El sentido común me indica que
cuando consigo detectar la causa de algún mal, tengo mejores armas para
combatirlo. Por eso mismo hace tiempo que me pregunto la causa de tanta boludez
o globoludez como quieran llamarla. Si uno estuviese frente a frente con un
suicida con un arma en su mano, ciertamente, trataria de descubrir el motivo de
ese intento de acabar con su vida, para poder ayudarlo a desistir.
Ayer estaba en un asado con amigos brasileros, gente de
clase media pero no “medio pelo”. Como ellos se clasifican, ni “coxinhas”
(medio pelo) ni “mortadela” (populacho). La mayoría de ellos conocía Buenos
Aires, y sentía una natural simpatia por Argentina. Percibí que tenían una
total desinformación sobre la realidad de nuestro país, debido a su
desconocimiento de nuestra historia, antigua y reciente. Algo lógico en un
brasilero, que admira ciertos valores de “los hermanos” y no combina muy bien
con otros aspectos de nuestra forma de ser.
Volviendo para casa, me cuestionaba sobre el motivo que
lleva a los argentinos inmersos en su realidad a no tener idea del porqué de
semejante desbarajuste. Y descubrí que la causa principal es el desconocimiento
de la historia. O porque nunca supieron el porqué de las cosas, (ni se lo cuestionaron)
o porque no tienen memoria para acordarse de lo que pasaron pocos años atrás.
La historia no son anécdotas ni cuentitos color rosa. Son
procesos sociales, políticos y económicos que es preciso analizar no como fotos
sino como película, para entender la trama que ella encierra, los valores que
en ella se juegan y las consecuencias que de ella derivan.
Los argentinos mal conocemos nuestra historia, mucho menos
la sabemos interpretar. Porque para ello debemos cuestionar los hechos que
sucedieron y descubrir los intereses que se movían atrás de esos hechos o
personajes. No es sólo cuestión de saber que San Martín se fue a vivir en
Francia, que cuando intentó volver a su Patria ni bajó del barco y regresó, muriendo
finalmente en su exilio en Boulogne Sur Mer. Sin descubrir el porqué de todo
eso, nuestra nota en historia es CERO. Y de esa manera podemos convertirnos en
compradores de globos amarillos que luego la realidad los torna bien negros.
Pero además, en un mundo globalizado como el de este siglo
21, el conocimiento de nuestra propia historia, que es fundamental, es
insuficiente. Sin convertirnos en especialistas en geopolítica, que no es el
caso del hombre común, requiérese conocer y saber interpretar los
acontecimentos mundiales, para tener una idea, aunque sea vaga, de los
intereses en juego. Porque todo efecto tiene una causa, toda guerra tiene un
motivo. Y cuando hay bandos en pugna, es bueno escuchar las dos campanas, con
sentido crítico. Y hay que saber que de un mundo bipolar pasamos a uno multipolar, que cayó el muro de Berlín pero que también el capitalismo está con los días contados.
Precisamos que el común de la gente sea menos superficial,
porque esa superficialidad hace que estemos siempre dándonos un tiro en el pie.
Precisamos cuestionarnos, pensar, cotejar informaciones,
leer y hacer memoria. Porque cuando las cosas jodidas nos pasan más de una vez,
estamos sacando certificado de BOLUDOS. Errar todo el mundo erra, es propio del
ser humano. Persistir o repetir el error, es otra cosa.
Este análisis no pretende “pontificar” para nada. Si alguna
cosa nuestro “medio pelo” de clase media nunca entendió es que los dones
recibidos no son para vanagloriarse de nada, sino para ponerlos al servicio de
las grandes causas, aquellas que ennoblecen en lugar de denigrar. Mientras unos
divulgan chimentos, o se limitan a horrorizarse o deprimirse, otros debemos
divulgar ideas, buscarle la pata a la sota. Porque esta noche oscura que se
vive tiene que servir para aprender la lección. En estos días todos recordamos
los tristes episodios de diciembre de 2001.
Quince años después, los argentinos
no aprendimos la lección; Sin ponernos a llorar por la leche derramada (en este
caso, sangre) tratemos de aprenderla esta vez.
Tampoco pretende “intelectualizar” algo que debe ser simple,
personal e intransferible: nuestra opinión sobre hechos y personas. Y para
tener opinión propia, es necesario saber lo que pasa y pensar. Algo que todos los seres humanos, aun aquellos que
no tienen mucho estudio, pueden hacer.
Sin ese cambio de mentalidad, sin esa búsqueda de la verdad
y sin ese compromisso con la humanidad de la que formamos parte, no habrá
futuro mejor para nuestros hijos y nietos.