domingo, 21 de agosto de 2011

UNA HISTORIA DEL PENAL DE RAWSON


26 de Julio de 1972 en Bs.As. 80 bombas explotaban en diversos lugares de la Capital, como una foma de recordar a Eva Perón, y de presionar al gobierno militar de Lanusse que insistía en torear a Perón diciendo que “no le daba el cuero para volver”. Cuatro días antes, precisamente el domingo 23, mi hermano menor junto con dos militantes, cayó en cana mientras preparaban un artefacto, que les explotó anticipadamente, mandándolos para el Hospital, que por supuesto, quedó rodeado por las fuerzas policiales. Cuando estuvieron curados, los mandaron a la cárcel de Devoto.


El 22 de agosto ocurrió la masacre de los compañeros, como todos saben. Y apenas unos días después, el Juez decidió mandar a los tres muchachos de la JP al penal de Rawson. Es fácil imaginar la desesperación que nos agarró cuando aquel domingo fuimos a Devoto para la visita dominical, y nos comunicaron fríamente el traslado. Ya había pasado todo, el penal había quedado totalmente aislado, prohibida todo tipo de visita.



Por esas cosas que uno nunca comprendió, a mediados de setiembre el Juez interviniente en la causa resolvió liberar a aquellos tres mosqueteros de la JP, que habían quedado como descolgados, sin ninguna vinculación con grupos terroristas, etc. etc. El temor de nuestras familias era que los soltasen, y luego apareciesen acribillados en algún camino cerca del penal. Como yo laburaba en Austral Líneas Aéreas y tenía derecho a un pasaje anual gratis, me tocó la misión de tomar el avión para Trelew para hablar con los chicos. Me tocó participar de la primera visita de los familiares, luego de la masacre. Pues luego de los tristes episodios, las visitas habían sido suspendidas. En el avión conocí a Solari Irigoyen, por aquel entonces defensor de presos políticos, que luego sería senador de la nación, y creo que hasta hoy ocupa un cargo en la Convención de la UCR. Y en el Hotel donde me hospedé hice amistad con dos mujeres cordobesas, si la memoria no me falla una de ellas era madre de Pujadas, dos viejas fantásticas, un preludio de lo que después serían nuestras Madres de la Plaza. La ciudad parecía sitiada, por todos lados había canas y gente de los servicios.



Había llevado contactos de la maravillosa JP de Trelew, a quienes dejé el dinero para que mi hermano y sus dos compañeros pudiesen tomar el avión para Bs.As. cuando fuesen liberados.


Y hete aquí la imagen de lo que fue aquella visita, la primera a los presos de Rawson después de los episodios genocidas:


Luego de todas las requisas habidas y por haber, el grupo de 30 o 40 familiares entramos en una sala de 3x4, una de cuyas paredes había sido demolida y colocados barrotes en su lugar. Un foso de unos 2 metros, y del otro lado, otros barrotes y otra sala, donde entraron los presos en tropel. Y así, aferrados a los barrotes, cada uno trataba de gritar para su familiar, que respondía con señas si entendía o no. Un diálogo de locos. Personalmente pude transmitir a mi hermano la noticia de que el Juez los había liberado, y que contactasen cuando salieran al Compañero X en la panadería Y donde trabajaba, que él los ayudaría a volver para Bs.As.


Y fue así que los tres pudieron volver, justo el día 24 de setiembre, que era el cumpleaños de mi vieja.


Es la primera vez que narro esta historia, después de tantos años. Pero creo que esta maravillosa generación que está retomando la posta como debe ser, se merece que los que fuimos testigos presenciales de aquel horror se lo relatemos sin medias lenguas, superando la parte personal que en nuestro caso fue mínima, pero contando en forma directa el horror que testificamos.

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