segunda-feira, 15 de agosto de 2011

EL PAÍS REAL

Cristina y Florencia


Finalmente la verdad apareció. Clara, absoluta, incontestable. Con una fuerza arrolladora, que excedía los mejores pronósticos.



El domingo por la mañana escribí en este blog: Hasta el momento, somos la primera minoría. El resto, lo veremos esta noche.



Hoy quiero gritar a los cuatro vientos, con la misma humildad, pero mayor firmeza: SOMOS LA MAYORÍA!! Capaces de vencer el balotaje más exigente; 50% más uno.



Sin embargo, ese grito no es para masacrar al 49,9% restante. Nada de eso. Simplemente para exigir respeto. Porque esa mujer y la política que ella encarna está representando a la mitad mas uno de todos los argentinos, a lo largo y a lo ancho del país.



Respeto por las minorías, de acuerdo. Pero que aquí la situación es otra: las minorías pretenden erigirse en los dueños de la democracia, de la verdad, de la ética. Y no respetan el claro derecho que tiene el pueblo a decidir su camino. NO RESPETAN, porque descalifican, desprecian, se consideran arrogantemente superiores. Esta mañana, en un programa de radio de mi ciudad, la mayoría de los mensajes enviados eran de gente preconceptuosa, ridículamente engreída de una superioridad inexistente, tal vez en base a una situación económica buena o una instrucción razonable. Dije instrucción, no cultura. De aquellos sujetos detestables que se pasan diciendo: Gracias Dios, porque no me hiciste como a los otros…



Son tan ciegos, pero tan ciegos, que no reconocen las cosas más elementales. La gente se siente gobernada, después de tantos años de desgobierno. Siente señales claras de inclusión, de la misma manera que en el menemato sentía de exclusión. Y lo que recibió de vuelta no es una dádiva, sino la recuperación de un derecho, de algo que le fue quitado históricamente por las clases dominantes.



Esa gente que desprecia al pobrerío interpretando que vota por lo que le dan, ellos mismos votan por lo que tienen, o pueden tener. Pero además son ciegos, porque sin desconocer que debe de haber habido algunos capitostes locales que aún adhieren a prácticas espurias de comprar votos, la inmensa mayoría eligió una política porque sintió que fue la que mejor le restituyó su dignidad. La que mejor le permitió salir del pozo, con su esfuerzo y su laburo. Y la que más se preocupó para que sus chicos puedan tener otro futuro. La que abrió otros horizontes para nuestros jóvenes. Aún sabiendo que la deuda en este rubro sigue siendo importante. Pero al menos, se está haciendo algo.



Por todo ello, hay que arremangarse y salir a batallar. Hay que continuar con nuestro laburo desinteresado, no sólo para una elección sino para que el pueblo se organice. Se lo dije a varios, y lo repito: la organización popular es más importante que la coyuntura electoral. Controlar, exigir transparencia, y respeto por lo público.


En octubre comenzará una nueva etapa. Con ventajas y desventajas. Tal vez la prueba de fuego para nuestro movimiento, que precisa institucionalizar toda esa energía en algo que contenga partido, sindicatos, movimientos sociales, una verdadera organización popular.

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