quinta-feira, 26 de maio de 2011

¡UN PUEBLO FELIZ, QUÉ MARAVILLA!


Hay que estar embrutecidos por el odio para no percibir lo que está aconteciendo en la sociedad argentina. El año pasado estuve en Bs.As. para las fiestas del Bicentenario, y me costaba creer lo que veía. Muchas cosas pasaron este último año, pero ayer en el día de la Patria, tuve que contentarme con seguir los festejos por la internet, mirando las fotos que los cumpas postaron en Feisbuk, o leyendo las crónicas de Página 12. Tuve la impresión de que avanzamos, y mucho. Algo que uno no se hubiera imaginado ni por puta casualidad. Gente de pueblo, feliz, alegre, ordenada. Solidaria, festiva. Pero también comprometida, con los ojos abiertos, y sintiéndose parte de un proceso. Pero hubo un detalle que me llamó la atención. Toda la seguridad estuvo en manos de pibes militantes, de las diferentes agrupaciones. El Ejército fue sí, con sus camiones para repartir chocolate. Pero la función de ordenar a la gente, o servirla, u orientarla, estuvo a cargo de los pibes. Todo un símbolo.

Cuando uno ve que en los bolsones del interior, inclusive de nuestro palo, continúa el clientelismo y la compra desvergonzada de apoyo político por el reparto de cosas, percibe que hay mucha gente que aún no ha entendido que la cosa está cambiando. No toma nota que en el 2001 hubo una bisagra en la historia argentina, y que en el 2003 vino alguien que había entendido aquel mensaje, y puso en marcha una nueva forma de hacer política. Mejor dicho, hizo política en serio, y tomó el toro por las astas. Confrontó como única forma de defender lo público frente a lo privado, lo general frente a lo sectorial o particular, lo nacional frente a lo foráneo.

Entre todos aquellos que se opusieron o se oponen al kirchnerismo, hay de todo. Están los movidos a odio o prejuicios, aquellos que se consideran ciudadanos de 1ª categoria, despreciando a la chusma. Creen que un título universitario, o una abultada cuenta bancaria, o la fama del mundo de la farándula, los hacen diferentes de los otros. “Gracias, Señor, porque no soy como los otros”.


Pero también están los que por inteligencia u honestidad, saben reconocer algunas cosas, y buscan la verdad. Por formación, o por deformación, les cuesta entender otras. Para ellos, popular es populista, pobre es vago, y militante es puntero.

En este segundo grupo, los que son inteligentes u honestos, ubico a Beatriz Sarlo. No vi el programa, pero considero de un valor inestimable que los de 678 la hayan invitado, y ella haya ido. No conozco el pensamiento de esta señora, seguramente estamos en posturas diametralmente opuestas, y puedo decir que lo que escribió mi colega Eduardo de la Serna en un blog, lo comparto plenamente. Lo que sí me parece que un gesto noble de discusión y debate no puede terminar em posturas de Boca-Ríver, porque justamente eso es una negación del hecho en cuestión. Escuché el comentario de una periodista por una frase que le dijo a Barone, que ya estaba siendo reproducida en camisetas. Creo que era “a mí no, Barone”. No sé si estoy fuera de contexto, pero me pareció una idiotez total. Mejor dicho, de una superficialidad mediocre. Porque esa frase, a mi no me dice nada.

El hecho de tener un debate a la altura, de buscar el diálogo y aceptar otras posiciones o reconocer discrepancias, no puede ser banalizado haciendo de eso un match de boxeo. Lo que importa es no perder el sentido de la crítica y también de la autocrítica. Eso es un problema de honestidad intelectual. O de no dejarse dominar por el fanatismo. Que no es lo mismo que firmeza de convicciones, o coherencia de pensamiento. Sólo que deben estar acompañadas de una verdadera libertad interior, sin prejuicios ni condicionamientos. Porque la mayoría de los argumentos que utilizamos, no son absolutos sino relativos.

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